El 22 de noviembre l@s argentin@s nos enfrentamos a una decisión histórica. Por primera vez nos toca participar de una instancia de balotaje en la que debemos elegir entre dos candidatos y dos modelos de país bien diferentes. Una oportunidad única de debatir durante 4 semanas para que la sociedad llegue al día de la elección con información lo más completa posible sobre ambas opciones. Cualquiera sea la opción que consideremos mejor para el futuro del país, hay algunas pautas básicas que conviene tener en cuenta para que no nos gane nuestro apasionamiento y los debates que se generen sean fructíferos y enriquecedores:
- No convencer: El objetivo central de un intercambio de opiniones e información no tiene que ser convencer o torcer la voluntad de nadie, sino simplemente poner información a diposición para que se puedan comparar los proyectos de país de forma lo más completa posible.
- No estigmatizar: Las razones que llevan a alguien a optar por cierta opción política están condicionadas por muchísimos factores. Lo que desde nuestra visión pueda resultar moralmente inadmisible, puede estar siendo elegido de buena fe por alguien que cuenta con información diferente a la nuestra. Evitemos juzgar al interlocutor con apelativos o presuposiciones (“gorila”, “planero”, “facho”, “trosko”, “kaka”, etc.). Estas etiquetas ensucian el debate y además nublan nuestro entendimiento del escenario electoral.
- No confrontar: No tomarse nada personal. No responder ataques. Si alguien desvía el debate al insulto o la descalificación personal, hacérselo notar respetuosamente y volver al tema central. Si sentimos que nos estamos por poner confrontativ@s, abandonar la conversación por unas horas. Volveremos luego más tranquil@s y frí@s y quizás incluso en ese intervalo alguien continúe el debate por nosotr@s.
- No involucrarse: Si discutir con seres queridos o allegados nos afecta mucho, las redes están llenas de gente desconocida con quienes podemos tener un debate más frío y mesurado. A veces es más fácil con amig@s de amig@s que con amig@s.
- No exagerar: Centrarse meramente en datos comprobables, no dejarse ganar por la euforia de hacer quedar bien a uno o mal al otro. Chequear todo lo que nos llegue antes de re-compartir. Una sola exageración o imprecisión puede deslegitimar todo el mensaje ante los ojos de interlocutores escépticos y desconfiados de todo lo que desafíe su visión.
- Seleccionar: No a tod@s nos movilizan las mismas cosas, no tod@s compartimos las mismas preocupaciones. Seamos inteligentes en usar argumentos que toquen los intereses y preocupaciones de nuestr@ interlocutor(a). Si tenemos en frente a alguien preocupad@ por la corrupción pero no por los derechos de las minorías sexuales, no tiene sentido hablarle de la homofobia de un candidato como algo negativo, pero sí de sus antecedentes penales.
- Escuchar: Quitarnos de encima la mala costumbre de estar pensando en lo próximo que vamos decir mientras el otro nos habla/escribe. Poner todo de nuestra parte para que ambas partes se sientan cómodas y respetadas en su experiencia y argumentos.
- Ampliar redes: No nos limitemos a nuestro círculo de amig@s y allegad@s. Aprovechemos el poder de las redes sociales. Agreguemos contactos, tanto de gente afín que nos pueda proveer información útil para compartir como de indecis@s y votantes de otras fuerzas con quienes podamos debatir.
- Dar fuentes: Hacer un esfuerzo adicional por investigar y documentar con fuentes “no sesgadas”, para generar menos rechazo en quienes desconfían de todo lo que provenga de ciertos medios.
- Simplificar: Cuando sea necesario, dejemos nuestro conocimiento político, económico y social de lado y hablemos con ejemplos concretos y lenguaje sencillo. Much@s votantes “apolític@s” ni siquiera creen en la distinción izquierda/derecha, y no serían capaces de explicar la diferencia. Hablémosles en lenguaje claro y basado en hechos que tengan impacto directo en la vida cotidiana. Despoliticemos el discurso lo más posible, para tener mayor llegada en este público.
